Estudios Bíblicos en Siguiendo sus Pisadas |
Características
de la Madurez Cristiana:
Marca # 13: Ser Valientes y Fortalecer a los Demás
Por J.
Hampton Keathley III
Traducido por Juanita Contesse G.
Introducción
«El rey prusiano, Federico el Grande, era ampliamente conocido como un agnóstico. Por contraste, el General Von Zealand, uno de sus oficiales de mayor confianza, era un cristiano devoto. Fue así que durante una reunión social, el rey comenzó a burlarse cruelmente de Cristo, hasta que todos estaban muertos de risa —todos, excepto Von Zealand. Finalmente, se levantó dirigiéndose al rey:
“Señor, usted sabe que no le temo a la muerte. He peleado y ganado 38 batallas para usted. Soy un hombre anciano; muy pronto deberé comparecer en la presencia de Uno más grande que usted, el Dios Todopoderoso que me salvó de mis pecados, el Señor Jesucristo, de quien usted está blasfemando. Le saludo señor, como un anciano que ama a su Salvador, en el borde de la eternidad”
En el lugar, se hizo el silencio y con voz temblorosa, el rey respondió: General Von Zealand —¡Le pido perdón! ¡Le pido perdón!”
Y con ello, silenciosamente, la fiesta llegó a su fin» [1]
El General Von Zealand, tuvo que haber tenido mucho valor para ponerse de pie y proclamar su fidelidad al Salvador, en circunstancias como aquellas; pero por supuesto, allí estaba un hombre para quien el valor no era algo extraño. Una de las cualidades de carácter que todo líder necesita, es el valor. “Al líder espiritual, se le pide un valor del más alto orden —como asimismo, siempre el valor moral y con mucha frecuencia, el valor físico”. Pero la fortaleza no sólo es una cualidad de un líder; es una cualidad requerida en toda vida cristiana, en la medida que él o ella será capaz de seguir valerosamente y persistir en la voluntad de Dios. Por último, se convierte en una marca de madurez, que es consistentemente evidente. Muchas veces, buscar la voluntad de Dios, es un llamado al cristiano a dar un paso que pudiera ponerlo en riesgo, que puede ser emocional, físico, financiero o político.
En el Nuevo Testamento, José de Arimatea provee una buena ilustración de alguien que se fortaleció en la medida que fue creciendo en el conocimiento del Salvador:
“José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús” (Marcos 15:43).
De acuerdo a Mateo 27:57, José era un miembro rico y de reputación del concilio, nombre no judío empleado por Mateo para el Sanedrín judío. Aún siendo miembro del Sanedrín, Lucas 23:51 nos cuenta que él no había aprobado la decisión tomada por el Sanedrín, de someter a muerte a Jesús. Más aún, tanto en Marcos 15:43 y en Lucas 23:51, se nos dice que José estaba personalmente esperando el reino de Dios. Esto sugiere que era un fariseo devoto que había llegado a creer que Jesús era el Mesías. Sin embargo, previamente, de acuerdo a Juan 19:38, José había sido un discípulo secreto que había sentido temor a las autoridades judías. En otras palabras, no tenía valor.
Pero al haber presenciado la muerte del Salvador, evidencia monumental de quién era Él —el Hijo de Dios quien llevaba sobre Sí el pecado de mundo— José tomó coraje y valientemente se dirigió a Pilato. “Tomó coraje” es una traducción del griego ‘tolmao,,’ = “atreverse, ser atrevido, ser lo suficientemente valiente”. La conducta de José fue considerado como un acto de valor por Marcos, porque:
«(a) No tenía ningún parentesco con Jesús; (b) su solicitud pudo haber sido denegada en principio, puesto que Jesús había sido ejecutado acusado de traición; (c) arriesgó una corrupción ceremonial, al tratar un cuerpo muerto; (d) su solicitud dejó abierta una confesión de la lealtad personal a Jesús crucificado, en la que sin duda incurriría la hostilidad de sus asociados. Dejó de ser un discípulo secreto —algo que Marcos imprime en sus lectores» [2]
Al igual que en todas las demás características de madurez y liderazgo, el Señor Jesús es nuestro mayor ejemplo de valor. Aún cuando ninguna de las palabras empleadas en el Nuevo Testamento que definan el actuar valerosamente o valientemente, fueron específicamente usadas por Jesús, sigue siendo el epítome de coraje, como alguien que siguió la voluntad de Dios frete a la hostilidad y antagonismo más grande. Aún cuando él estaba profundamente aproblemado frente a la cruz donde Él (el que no tenía pecado) tendría sobre Sí el pecado del mundo, Él valientemente se sometió a Sí mismo a la voluntad del Padre.
“Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez” (Juan 12:27-28).
Jesús sacó coraje de Su fe en Su propósito y en lo que el Padre le había prometido hacer. Por ello, descansando completamente en la victoria, Él cumpliría derrotando a Satanás, el mundo y el pecado. Él no sólo se dirigió valientemente hacia la cruz. No fue sólo eso. Solamente horas antes de Su arresto, Jesús quiso ser valiente e impartir ese valor a Sus discípulos:
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
Con relación al coraje, tenemos aquí un par de lecciones poderosas. Primero, Jesús nos dio un ejemplo de coraje y de la necesidad que tenemos de dar coraje a otros. Inmediatamente después de demostrar Su amor y coraje, Él hace un llamado a Sus discípulos a ser valientes frente a tantas presiones, aflicciones y desafíos que enfrentarían como Sus discípulos en un mundo hostil. Al hacerlo, nos demuestra que los hombres maduros a la semejanza de Cristo, buscan impartir valor a otros como fortalecedores, sin considerar lo que ellos mismos puedan estar afrontando. Nunca olvidemos que mientras estemos atravesando el fuego, otros estarán observándonos. Recordemos que Dios está comprometido a reproducir en nosotros el carácter de Jesucristo. Las cualidades que vemos en Su vida, en la Palabra, son exactamente las mismas que Dios desea reproducir en nosotros, lo que a veces, requerirá sufrimientos. El crecimiento espiritual y la grandeza del reino de Dios, no vienen a través de lo que es fácil y lujoso, como los que proclaman la salud y bienestar del evangelio. Más bien, viene a través del dolor y de las lágrimas; herramientas que emplea Dios para atraernos más y más hacia Él. Incluso el Señor Jesús fue perfeccionado por medio de lo que Él sufrió.
“Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec” (Hebreos 5:7-10).
Pero en Juan 16:33, tenemos una segunde importante verdad. Con las palabras: “He vencido al mundo”, Jesús nos señala la base del valor. Nuestra capacidad de valor, sea lo que sea que enfrentemos, descansa en los eventos históricos de la persona, vida, muerte, resurrección y ascensión de Cristo, quien ahora está sentado a la diestra del Padre. Aquí está el fundamento de la victoria final; la victoria de Cristo es el fundamento del valor y de la capacidad de vivir una vida victoriosa. Es por este objetivo por el cual oraba el apóstol por los efesios, en Efesios 1:18b-22; pero observen específicamente los versículos 20-22:
“…para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia” (Efesios 1-18b-22).
Reitero, el Señor Jesús es nuestro ejemplo, el pionero y el perfeccionador de la fe. Él es tanto nuestro ejemplo por ser valiente y por dar valor a otros y Él es la base del valor.
Significado y Naturaleza del Pecado
Coraje y Valor
El Diccionario Rogets Original de Palabras y Frases Inglesas, ubica las palabras osadía e intrepidez, como sinónimos de valor; pero el valor a menudo existe a pesar de la presencia del miedo. [3] De hecho, probablemente es verdadero que el valor está haciendo lo que nos asusta hacer. Verdaderamente, el valor es la capacidad de resistir al temor, dominarlo y no la ausencia de éste. Por lo tanto, el valor es aquella cualidad del corazón o de la mente, que da la capacidad de enfrentar el peligro y la dificultad, con firmeza y resolverlos en presencia del temor. “El valor es tener susto de muerte; pero sobreponiéndose”. [4]
El apóstol Pablo, no era alguien que cortejara al peligro o que presumiera de ello delante del Señor. Como alguien que tenazmente buscaba la voluntad de Dios, Pablo siempre estaba dispuesto a enfrentar el peligro, si estaba convencido que esa era la voluntad de Dios o de que aquello era lo que correspondía aun si su corazón estuviera apretado por el temor.
“Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse n saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor” (1ª Corintios 2:1-3; énfasis del autor).
“Porque de cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores” (2ª Corintios 7:5-6; énfasis del autor)
Sanders escribe:
«Martín Lutero poseía esta importante cualidad, en una medida poco usual. Se ha aseverado que era tal vez el hombre más osado que jamás haya vivido. Cuando se dispuso a efectuar este vital viaje a Worms, declaró: ‘De mí pueden esperar cualquier cosa, menos el temor o la voluntad de retractarme. No huiré y menos me retractaré’. Sus amigos, advirtiéndole de los graves temores que afrontaba, pretendían disuadirle. Pero Lutero no lo haría. ‘¿No ir a Worms?’, dijo. ‘Iré a Worms aunque allí hubieran tantos demonios como tejas en el techo’
…Pero no todos los hombres son valientes por naturaleza, como lo fue Lutero, y este hecho es tanto explícito como implícito, en las Escrituras. El alto grado de valor, es visto en la persona que tiene más temor; pero que rehúsa rendirse a él. Por más temerosos que fueran, los líderes de Dios a través de generaciones sucesivas, han sido ordenados a ser valientes. Si no hubieran tenido temor, el mandato no hubiera tenido razón de ser…» [5]
Coraje y Madurez
Tal como lo apreciamos en el caso de José de Arimatea, el coraje es una parte muy importante del crecimiento y del liderazgo espiritual, debido a lo vital que es para que se cumplan el resto de las cualidades del carácter a la semejanza de Cristo. Hablando del Señor Jesús, Juan escribió: “…como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”. Pero sin el coraje de afrontar el horror de la cruz, Él no podría haberles amado a ellos ni a nosotros, hasta el final —hasta la cruz.
C.S. Lewis escribió: “El valor no sólo es una de las virtudes, sino la forma de cada una de las virtudes en el punto de la prueba, lo que significa en el punto de mayor realidad”. [6] Sin valor, tanto hombres y mujeres, serían incapaces de amar, de sacrificarse, de no considerar los costos, de sobreponerse a los desafíos y de tomar las responsabilidades a las que Dios les ha llamado.
Sin duda alguna, una de las causas de la inmadurez y una de las rutas más cortas de la ineficacia es vivir asustado, ser demasiado cauteloso. A no ser que a través del valor que da la fe, estemos deseosos de tomar responsabilidades, simplemente permaneceremos en el corral y nos perderemos las experiencias del crecimiento y la capacidad fructífera de los espacios abiertos.
«Cuánto mejor es encargarse de unos pocos osos y leones ingobernables, como lo hizo David. Nos preparan para tratar a gigantes como Goliat. Cuánto más emocionante es entrar al Mar Rojo, al igual que Moisés y ver cómo Dios divide las aguas… Cuánto más interesante es disponerse a viajar a Jerusalén, como Pablo, “sin saber lo allí me ocurriría”, que estar todo un día en la monótona Mileto, escuchando pasos y observando aburridos atardeceres. No permitan que sus corazones estén sobre protegidos
Felizmente, no todos han optado por la seguridad. Algunos se han sobrepuesto, sin considerar los riesgos. Algunos se han sumergido en la grandeza de la adversidad. Se rehúsan a oir sus temores…» [7]
Francamente, el valor nos enseña a que los temores deben desaparecer y no sólo que debemos ser valientes sin que con valor afrontar los obstáculos y seguir en la carrera que Dios ha dispuesto frente a nosotros. De otro modo, habrá poco o ningún progreso en el crecimiento poco o nada de frutos en el tiempo y por la eternidad.
Los Medios y Fuentes del Valor o del Incentivo
Naturalmente, surge la pregunta: ¿de dónde obtienen el valor lo valientes? O, ¿cómo desarrollamos la cualidad del valor en nosotros o en los demás? ¿Cómo podemos aprender a abandonar nuestros temores? En forma natural, algunos hombres son más valientes que otros, como pudo haber sido el caso de Martín Lutero. Pero incluso en su caso, el valor fue producto de sus convicciones bíblicas y de su fe intrépida.
Ser valientes o necesitar valor, es una de las experiencias comunes que todos enfrentamos como seres humanos y nunca deberíamos considerar esto como algo insignificante o de poca importancia, si llegamos a una situación en la que necesitamos ser fortalecidos. Esto es evidente en las Escrituras, donde frecuentemente vemos al pueblo de Dios en circunstancias en las que debieron ser fortalecidos. Es así que Pablo escribió:
“Porque de cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores. Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la venida de Tito; y no sólo con su venida, sino también con la consolación con que él había sido consolado en cuanto a vosotros, haciéndonos saber vuestro gran afecto, vuestro llanto, vuestra solicitud por mí, de manera que me regocijé aún más” (2ª Corintios 7:5-7)-
Enfrentar una variedad de problemas de adentro y de afuera y experimentar temor y desilusión, es una parte de la vida, aún cuando no necesitemos encontrar valor para seguir adelante. Por lo tanto, tanto encontrar valor para seguir adelante cuando estamos temerosos, cuando al parecer la vida se nos hace imposible y el camino intransitable, y fortalecer a los temerosos o a los desanimados, es un enfoque importante en las Escrituras. El valor viene al ser fortalecidos. Por lo que, ¿qué significado tiene la palabra fortalecer?
Fortalecer, significa dar ánimos de manera de inspirar con esperanza, valor o confianza”. Sólo en el Nuevo Testamento, el término ‘valor’ o ‘fortalecer’, se encuentran 23 veces, en la versión inglesa NET y 21 veces en la versión NASB. El término ‘tened valor’ o ‘sed fuertes y valientes’, se encuentran numerosas veces en todas las Escrituras (cf. Deuteronomio 31:6, 7; 23; Josué 1:6-9, 18; 10:35; Marcos 6:50; Juan 16:33; Hechos 23:1).
Por lo tanto, ¿cómo podríamos definir ‘fortalecer’ hablando bíblicamente? A la luz de todas las Escrituras, podríamos definir este término, de la siguiente forma:
Fortalecer es encontrar (o ayudar a otros a encontrar) el valor, mediante la gracia y fuerza de Dios, para recorrer el camino que Él ha dispuesto para nosotros, sin importar cuán difícil o doloroso sea éste.
Todos podemos estar temerosos en condiciones determinadas o con falta de valor para tomar alguna responsabilidad, o enfrentar alguna tarea o un desafío que nos intimide. Afortunadamente, tenemos un Señor amoroso que habiendo todo de Sí por nosotros, está comprometido con nuestras necesidades, que incluyen el fortalecimiento. Debemos estar agradecidos que Él posee varias formas o herramientas para fortalecer a Su pueblo. Por lo tanto, ¿cuáles son algunas de estas formas que usa Dios para darnos valor o fortalecernos?
El Fortalecimiento que dan las Escrituras y las Promesas de Dios
De todas las fuentes del fortalecimiento, las Escrituras son una de las más grandes que tenemos —si n la más grande. La Palabra Santa de Dios, con todos sus principios y promesas, es nuestra fuente más importante y fundamental de valor, porque es la revelación especial y de autoridad de Dios para nosotros, tanto de Sí mismo como de Su plan de salvación en Cristo.
Recordemos que todos los principios y promesas de la Biblia, están basados en el carácter y en el ser de la persona de Dios y de Sus históricos actos en la salvación, tal como Él lo ha prometido. Por ejemplo, el libro de Deuteronomio contiene instrucciones de Moisés, entregadas durante sus últimos meses de vida. Esto fue muy importante. La nueva generación estaba acampando en el valle de Moab, antes de su entrada a la Tierra Prometida. Estaban afrontando ciudades fortificadas y guerreros, algunos de los cuales eran gigantes. Mientras entraban a esta tierra nueva, también se encontrarían con muchas tentaciones y una forma de vida completamente nueva. Y todo esto sucedía bajo el liderazgo de Josué, quien hasta ese momento no había sido probado, al menos como el que reemplazaría a Moisés. Más aún, esta generación no había experimentado personalmente la salida de Egipto o el paso por el Mar Rojo, o la entrega de la Ley en el Monte Sinaí. Por lo tanto, si tenían que tener el valor necesario para enfrentar las dificultades que se les presentaban ahora, necesitaban que se les recordara la persona de Dios y de Sus actos históricos que habían tenido lugar desde su salida de Egipto. Por lo que Moisés escribió en Deuteronomio 6:
“Mañana cuando te preguntare tu hijo, diciendo: ¿Qué significan los testimonios y estatutos y decretos que Jehová nuestro Dios os mandó? Entonces dirás a tu hijo: Nosotros éramos siervos de Faraón en Egipto, y Jehová nos sacó de Egipto con mano poderosa. Jehová hizo señales y milagros grandes y terribles en Egipto, sobre Faraón y sobre toda su casa, delante de nuestros ojos; y nos sacó de allá, para traernos y darnos la tierra que juró a nuestros padres” (Deuteronomio 6:20-23; énfasis del autor).
Otra ilustración es la de la oración de dedicación de Salomón, cuando se terminó de construir el templo. Entonces, recordando los actos históricos de la fidelidad de Dios, escribió lo siguiente, considerando a la nación de Israel:
“…porque tú los apartaste para ti como heredad tuya de entre todos los pueblos de la tierra, como lo dijiste por medio de Moisés tu siervo, cuando sacaste a nuestros padres de Egipto, oh Señor Jehová. Cuando acabó Salomón de hacer a Jehová esta oración y súplica, se levantó de estar de rodillas delante del altar de Jehová con sus manos extendidas al cielo; y puesto en pie, bendijo a toda la congregación de Israel, diciendo en voz alta: Bendito sea Jehová, que ha dado paz a su pueblo Israel, conforme a todo lo que él había dicho; ninguna palabra de todas sus promesas que expresó por Moisés su siervo, ha faltado” (1 Reyes 8:53-56).
Por lo tanto, es esta revelación de Dios, inspirada, sin errores e infalible, la que nos provee el medio más grande de valor.
Romanos 15:4
“Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza”
En este versículo, es apóstol estableció una verdad vital relacionada con el propósito y el ministerio de las Escrituras. Las Escrituras están diseñadas para fortalecernos de manera que tengamos esperanza. ‘Fortalecer’, en griego es ‘parakle,,sis’, que tiene un campo de uso bastante amplio. Dependiendo del contexto, puede significar “exhortación, fortalecimiento, un llamado, una solicitud, consuelo”. ‘Parakle,,sis’ y su forma verbal ‘parakaleo,,’ puede tener implícito un llamado presunto en el sentido de una exhortación o un llamado a la ‘obediencia’, o a alguna forma de ‘respuesta’ positiva (Romanos 12:1, 8). Pero también tiene un llamado retrospectivo en el sentido de “consuelo, fortalecimiento” al enfrentar cargas, aflicciones, etc. (Hechos 20:2; 1ª Corintios 14:3; 2ª Corintios 7:4). Como pueblo de Dios, necesitamos ambas formas; pero el enfoque en Romanos 15:4, con la palabra “esperanza”, es el fortalecimiento o la obtención de valor para movernos en la voluntad de Dios.
Como nos enseña Romanos 15:4, nuestra capacidad de encontrar el fortalecimiento en las Escrituras, viene a través de la instrucción que ella nos da. Es la Escritura de Dios, especial, inspirada, infalible y sin errores, la que nos informa acercad de la naturaleza y ser de nuestro Dios. Allí aprendemos acerca de Su persona, [8] Su plan de salvación y santificación (pasada, presente y futura), Sus propósitos tanto en este tiempo como en la eternidad, los principios mediante los cuales obra Dios y Su plan y tantas promesas, como las de salvación, amor, gracia, misericordia y cuidado soberano. En verdad, en esta revelación está la promesa de Su disciplina imparcial y de Su juicio en contra del pecado y de Sus recompensas a la fidelidad. Una buena ilustración de las promesas de Dios basada en el carácter de Dios, es Deuteronomio 31:7-8; pero tal vez el pasaje clásico es Josué 1:6-9
Josué 1:6-9
“Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que le daría a ellos. Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la laye que mi siervo Moisés te mandó no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”
En Josué 1:1-5, Josué es comisionado por el Señor mismo a convertirse en el líder de Israel, después de la muerte de Moisés. Para decir lo menos, esta era una tarea intimidante porque la nación de Israel era un pueblo extremadamente difícil de liderar, hecho que todos conocemos muy bien por Josué que había sido el general militar de Moisés en el campo. Ahora, Dios estaba llamando a Josué a ser el nuevo líder de esta nación. De la reiteración de las palabras “esfuérzate y sé valiente” y “sé muy valiente”, y de la exhortación en contra de temer y desmayar, pareciera obvio que el Señor sabía que Josué, por más valiente y fiel que haya sido, igual se encontraría frente a las dudas y al temor , al tomar el lugar de Moisés para liderar a esta nación rebelde a la tierra, tierra de gigantes y de ciudades fortificadas.
Por lo tanto, el Señor cuidadosamente quiso fortalecer a Josué. Pero es significativo que el fortalecimiento de Josué frente a su comisión, procede de la comunicación personal de Dios, i.e., la revelación que Él le hiciera a Josué. De hecho, los versículos 1-18 están completamente relacionados a esta revelación de Dios. Primero, Dios habla y comisiona a Josué (1-5) y después le hace un llamado a esforzarse y a ser valiente a la luz de Sus promesas (1:6-9). Segundo, frente a esta palabra de Dios, Josué le habla a la gente y les instruye a prepararse a cruzar el río Jordán, en tres días (1:10-15). Esto va seguido por la respuesta del pueblo a estas instrucciones, las que por supuesto, tenían su fuente en la Palabra de Dios (1:16-18). Es así que la revelación de Dios, que es equivalente a nuestra posesión de la Biblia en el día de hoy, se convierte en la fuente de valor tanto para Josué como para el pueblo.
Josué 1:1-9, puede dividirse en una fuente de fortalecimiento a Josué en cuatro partes. En esto aprendemos cuatro principios fundamentales que son esenciales para el valor y el fortalecimiento.
(1) La fuerza y el valor, vienen por el reconocimiento y al relacionarse con el placer de Dios, Su voluntad o reconocer el sentido del llamado de Dios y el destino (1:1-2). Con las palabras “Jehová habló a Josué”, en el versículo 1, vemos el principio de la revelación de Dios —visión bíblica. Esto es lo que construye la base del valor y de la convicción por fe, y entonces actuar. Nuestra necesidad es orar y buscar la voluntad de Dios y Su sabiduría en Su Palabra, porque la base del valor es conocer la Palabra, la cual nos alumbra Su voluntad. Además, también es útil reconocer nuestros dones, capacidades y entrenamiento, porque esto es una parte importante para la preparación, la capacidad y la confianza necesaria para hacer como a Él le place o hacer Su voluntad. Reitero, aquí el proceso es importante; en el versículo 1, Dios habla —tenemos la revelación que Dios hiciera a Josué. Después, basado en esta revelación, Josué le habla al pueblo (vs. 10). Por lo tanto, el valor al que es llamado tanto Josué como el pueblo, es en parte, el resultado directo de la Palabra y del conocimiento que se tenga de la voluntad de Dios (ver Efesios 5:9-10).
“Josué”, significa: “el Señor (Jehová) es la salvación”. El mismo nombre de Josué, estaba diseñado a recordarle a él y a Israel, que la batalla es del Señor. El valor proviene de conocer esto y en descansar en el Señor como la fuente de nuestra redención y de nuestra capacidad para ministrar y de vivir.
Lo otro que leemos acerca de Josué, es que era “el siervo de Moisés”. Al ser el siervo de Moisés, ilustra el principio de Lucas 16:10-12 y su impacto en el desarrollo del carácter y en el valor para aceptar la voluntad y el llamado de Dios. Aún cuando Lucas 16:10-12, trata con las bendiciones materiales, el principio es aplicable en otras áreas de la responsabilidad en la vida:
“El que es fiel en lo muy poco, también lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?” (Lucas 16:10-12).
El principio de estos versículos, ciertamente tienen una aplicación en el desarrollo del valor. Valor para el servicio en las áreas más difíciles de la responsabilidad, se inicia con la fidelidad en las áreas pequeñas y de menor dificultad. Todos necesitan encontrar un lugar para servir y crecer, porque normalmente aquello se convierte en la tierra de entrenamiento para mayores responsabilidades y otras áreas del ministerio a las que Dios puede estar llamándonos.
“Mi siervo Moisés, ha muerto” (v. 2). El hecho nos recuerda que nadie es indispensable y que el liderazgo cambia. Si no estamos entrenando a otros, dejamos brechas vacías. Necesitamos ser entrenados e involucrarnos en el proceso de entrenar a otros. El entrenamiento efectivo, es otra fuente de valor, porque le entrega a la gente la confianza de tomar una responsabilidad o aceptar una tarea difícil.
El mandato de “levántate”, enfatiza la necesidad de ser decisivos y de actuar.. El valor se manifiesta a sí mismo en ser decididos y de actuar, como es la raíz al fruto. Israel estaba entonces, en el desierto y Dios no desea que estemos allí, el lugar del temor, de la cobardía y de la derrota. Los antecedentes de esto, los encontramos en Números 13-14.
Pero existe otro elemento esencial del valor y de ser decididos en hacer la voluntad de Dios.
(2) La fuerza y el valor vienen al descansar en las promesas de Dios (1:2b-6). Para conocer la necesidad de valor que tenía Josué y de apreciar las promesas de Dios, primero debemos considerar algunos de los obstáculos que tenía la comisión que Dios le entregó a Josué:
El primer obstáculo lo vemos en el mandato de “cruzar el Jordán”. El río Jordán representa un inmenso obstáculo y un impedimento para crecer, ministrar y progresar. Existe una buena razón para creer que el Jordán se había salido de su cauce en esa época del año (cf. Josué 3:15; 4:18). Más aún, cruzar el Jordán significaba entrar en una tierra hostil, una tierra repleta de enemigos, algunos de los cuales eran gigantes y muchos de los cuales vivían en ciudades muy fortificadas. Esto no era un simple desafío. Recuerden, la generación anterior había fracasado en Cades Barnea, debido a su falta de valor para enfrentarse a estos gigantes.
Un segundo obstáculo, lo vemos en la declaración: “tú y todo este pueblo”. No era un grupo pequeño y el gran número que representaban, constituía que fuera una tarea colosal. Más aún, Josué tenía la responsabilidad de guiar a un pueblo que se caracterizaba por ser testarudo y que le tiraba piedras a sus líderes. Pero más importante aún, la palabra “todo” nos recuerda que es propósito de Dios que todo Su pueblo haga Su voluntad, i.e., madurar y fortalecerse y vivir en forma productiva haciendo Su voluntad.
Sin embargo, sin considerar los obstáculos, la voluntad de Dios se le manifestó claramente a Josué y él debía actuar de acuerdo a ella.
Ahora, una breve observación a las promesas:
Hay varias promesas en los versículos 2-3, 5, 6,8; pero por problemas de espacio, nos enfocaremos sólo en dos: “a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel” (v.2) y “Yo os he entregado, como había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie” (v.3). Se dirigían hacia la Tierra Prometida, a la tierra que Dios mismo en forma personal, les había prometido a los patriarcas —a Abraham, Isaac y Jacob. Y Dios, quien es inmutable, no puede abstraerse de Sus promesas. De hecho, por un tiempo había estado preparando a los habitantes de esas tierras para la derrota (cf. 2:9s). La tierra había sido de ellos durante cuarenta años y habían fracasado en su entrada a la tierra, debido a la incredulidad y a la falta de valor.
El principio es que la Palabra de Dios, está llena de cientos de promesas. Mientras que muchas de ellas no están dadas directamente a la iglesia de hoy, ilustran principios que son a menudo aplicables a nosotros. Además, cada principio de las Escrituras, por último se convierten en una promesa, por cuanto la veracidad de Dios yace detrás del principio. Nuestra necesidad es conocer las promesas y principios y actuar en ellas por fe. Estas nos son dadas para conducirnos a través del río Jordán de la vida —no necesariamente eliminarlo. No nos son dadas de manera de evitarlo o rodearlo, sino que podamos atravesarlo mediante las capacidades que Dios nos da.
Pero, ¿cómo podemos actuar según estas tantas promesas? ¿Cómo hacemos de estas promesas, parte de nuestros procesos de pensar?
(3) La fuerza y el valor vienen a través de la renovación diaria en los principios de Dios (1:7-8). El ministerio exitoso, siempre está relacionado a un estudio exitoso de la Biblia. La Palabra es intrínsecamente poderosa y capaz de producir cambios en la vida de los cristianos, por cuanto los motiva, los fortalece, les da esperanza y dirección y les expone tanto a sus necesidades y a la voluntad y a la provisión de Dios. La Palabra nos ha sido dada para establecer una relación de comunicación con Dios. Es un medio de relacionarnos con Él.
Pero esto toma tiempo, calidad y diligencia. Observen el énfasis de esto en estos versículos: “Hacer conforme a toda la ley…; no te aparte de ella…” (v. 7) y “de día y de noche meditarás en ella…” (v. 8). Al mantener la mentalidad de nuestra época, la persona promedio de hoy, desea una solución rápida o tres pasos fáciles. El estudio de la Biblia puede involucrar leer algo como Nuestro Pan Diario (un ejemplo útil y recomendable); pero esto solo, no es suficiente. También necesitamos un estudio bíblico de ‘carne y papas’. Si nuestro estudio bíblico consiste de devocionales cortos, no podemos desarrollar una comprensión profunda de las Escrituras o una fe bíblicas fuerte con resultados que cambien nuestras vidas. Relacionarse con Dios, conocerle, lo mismo que con cualquier tipo de relación, toma tiempo. Son estas relaciones y conocimiento más profundos, los que nos proveen más profundas convicciones bíblicas y una mayor capacidad de tener esa clase de valor que resulta en un cambio de vida y en fidelidad en el ministerio y en la vida.
(4) La fuerza y el valor vienen al considerar la persona y la presencia de Dios (1:9). Por último; pero no por ello menos cierta, es la promesa de la presencia siempre cuidadosa y protectora de Dios. Este versículo, enfoca a Josué en dos grandes principios de la Palabra de Dios. Primero, en las palabras “Mira que te mando”, el énfasis está en el origen de este mandato y de las promesas —La Persona de Dios, ¿Quién le dio la orden a Josué? No era nadie menos que Jehová, el eterno, independiente y soberano Dios del universo, quien es el Dios de la revelación y de la redención, Aquel que se reveló a Sí mismo y llamó a Abraham para que saliera de Ur de los Caldeos, que hizo con él el Pacto Abrahámico y que más tarde liberó a esta nación, a los descendientes de Abraham, del ángel destructor de Egipto, conduciéndoles más allá del Mar Rojo. En forma similar, en el Nuevo Testamento, nuestro llamado a tener valor y la base de nuestro fortalecimiento, es el cumplimiento victorioso de Cristo, quien ahora está sentado a la diestra de Dios como el victorioso Salvador.
“…para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia” (Efesios 1:17-23).
En segundo lugar, el énfasis del versículo 9, visto en la promesa “porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”, nos señala la Presencia de Dios. Para aquellos que conocen a Dios y que están relacionados con Él por fe en el Salvador, no existe situación, problema o enemigo que no puedan o deseen enfrentar solos. El Señor está siempre allí, como el constante apoyo y provisión del creyente. Por lo tanto, para sus lectores que estaban enfrentando difíciles desafíos y persecuciones, el autor de Hebreos, citó el Antiguo Testamento y escribió: “…porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor s mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (Hebreos 13:5b-6).
Si estamos preocupados del ministerio al que Dios nos ha llamado o por los jordanos a quienes nos ha llamado para ayudarles a cruzar el río, podemos estar absolutamente seguros de que Dios está infinitamente mucho más preocupado por nuestras necesidades que nosotros: El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas?” (Romanos 8:32). “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1ª Pedro 5:6-7).
De manera que, ¿cuál es nuestra necesidad? Nuestra necesidad es simplemente caminar a la luz de Su persona y presencia y contar con Su apoyo, guía, providencia y cuidados soberanos y tener cuidado de mantenernos enfocados en Él. (Hebreos 12:1-2).
El Fortalecimiento del Espíritu Santo
Hechos 9:31
“Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo”.
Es difícil determinar cómo debe traducirse este pasaje, debido a los dos participios griegos que siguen a la declaración: “tenían paz”. Casi todas las versiones lo traducen en forma un tanto diferentes; pero la traducción al margen de la Biblia NET, pareciera ser que calza mejor, tanto con el contexto como con las palabras del texto griego. En las notas marginales, podemos leer: “Entonces, todas las iglesias a través de Judea, Galilea y Samaria experimentaron la paz. Fortalecidas y viviendo en el temor del Señor y con el fortalecimiento del Espíritu Santo, y así crecían en número”. La paz fue el resultado de la conversión de Pablo que también lo guió a alejarse de esta área, debido al peligro de muerte que corría. Pero este período de calma, después de la tormenta de persecución, no fue en vano. Fue empleado como un medio de crecimiento espiritual y físico. Durante este tiempo, la iglesia se vio fortificada o edificada, construida espiritualmente, sin dudas por medio de la enseñanza de la Palabra (ver Colosenses 2:6-8; 1ª Corintios 14:3). También siguió viviendo en el temor del Señor y en el fortalecimiento del Espíritu Santo. “El temor de Dios”, ciertamente es una referencia a un respeto santo hacia Dios, quien, como lo vemos en el caso de Ananás y Safira, debe a veces disciplinar a Su pueblo para promover la santidad y la fidelidad. “El fortalecimiento del Espíritu Santo”, se refiere al ministerio del Espíritu quien, como el Espíritu de Verdad, emplea la enseñanza de la Palabra para fortalecer y consolar a la iglesia en su crecimiento en el carácter de Cristo, transformando a los creyentes en Su semejanza.
La verdad asociada aquí es que es necesaria tanto la enseñanza de la Palabra como la capacitación del ministerio del Espíritu, para recibir el fortalecimiento y el consuelo. El Espíritu Santo es llamado el ‘para,,,,tos’, ampliamente traducido como “el Consolador” o “el Ayudador” o, como yo lo prefiero, “el Capacitador” (ver Juan 14:16, 26; 15:26; 16:17). Por lo que es muy interesante que la palabra empleado en Hechos 9:31 para “fortalecimiento”, es ‘parakle,,sis’, que al igual que ‘parakle,,tos’, conforman la familia de las palabras ‘parakaleo,,’. Por ello es que observamos que el Espíritu Santo como nuestro capacitador espiritual, es vital para nuestro fortalecimiento.
El Fortalecimiento que Viene de los Miembros del Cuerpo de Cristo
Analogía del Cuerpo de Cristo
El cuerpo de Cristo, es una de la tantas analogías empleadas para instruirnos con relación a la naturaleza y funciones de la iglesia universal (1ª Corintios 12:12-13, 27; Efesios 1:23; 4:12). Este cuadro refleja tanto la unidad como la diversidad de la iglesia como un cuerpo orgánico, un organismo espiritual, la hechura de muchos individuos y la diversas partes, todas diseñadas para trabajar en conjunto en forma cuidadosa y funcional. Al mantener la armonía con la naturaleza de la iglesia como un cuerpo construido de muchos miembros, numerosos pasajes del Nuevo Testamento nos muestran el importante rol que tiene todo el cuerpo en el cuidado y fortalecimiento mutuos.
A través de la diversidad de sus miembros, tal como lo describe Pablo en 1ª Corintios 12, el Nuevo Testamento tiene muchas ilustraciones del fortalecimiento mediante el tierno amor de unos por los otros. Es ocurre de varias formas. Algunos tienen el don del fortalecimiento (Romanos 12:8); algunos fortalecen por medio de la comunicación de la revelación de Dios (Hechos 20:2; 1ª Corintios 14:3, 31; 1ª Tesalonicenses 4:18; Tito 1:9), otros comunicando las buenas nuevas (2ª Corintios 7:6-7), 13; Efesios 6:22; Colosenses 4:8), otros dando varios tipos de apoyo —financiero, dar una mano, dar una palabra de fortalecimiento, apoyando a otros en oración, demostrar preocupación y estar dispuestos los unos por los otros (cf. Romanos 12:13, 15; Efesios 4:29; Filipenses 1:5; 4:10; 1ª Tesalonicenses 5:11-12).
Versículos Claves del Fortalecimiento (1ª Tesalonicenses 5:11; Hebreos 10:23-24)
Debido a que debemos apoyarnos mutuamente como miembros del cuerpo de Cristo, las Escrituras nos exhortan a involucrarnos en el fortalecimiento mutuo. [9] Aquí prevalecen dos pasajes:
El primero es 1ª Tesalonicenses 5:11, donde Pablo entrega una exhortación simple: “Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis”. La clara implicación aquí es que al edificarnos mutuamente, una edificación en la verdad de las Escrituras, como puede aplicarse a cualquier situación dada, es vital para nuestra capacidad dar a otros el valor que necesitan para moverse en la voluntad y en el propósito de Dios.
El segundo pasaje lo vemos dentro del marco de Hebreos 10:19-24. Los versículos específicos dirigidos hacia el fortalecimiento, son los versículos 23 y 24: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras” (énfasis del autor).
Nuevamente, en este pasaje se nos dice que nos involucremos en el fortalecimiento mutuo. En la estructura del contexto en la que ocurre esta admonición, sin embargo, es importante fortalecer y ser fortalecido. El autor de Hebreos le estaba escribiendo a un grupo de cristianos (judíos especialmente), que habían experimentado la persecución (10:32-34; 13:3) y que estaban bajo presión para que regresaran a su fe ancestral, pues les advierte acerca de abandonar su fe en Cristo y regresar a su antiguo sistema sacrificial judío (cf. 3:6; 6:6; 10:35). Más aún, el autor estaba bien al tanto de esto e incluso se dirige a su causa —el fracaso en ir obteniendo la madurez y seguir en la completa seguridad de la superioridad de Cristo sobre el sistema antiguo, debido a la integridad y suficiencia de la obra cumplida de Cristo (ver 5:11-6:6 y 10:19s). Por lo tanto, habiendo declarado la vedad del objetivo del sacrificio de Cristo en contraste con la falta de objetivos de los sacrificios del Antiguo Testamento (10:1-18), el autor de Hebreos, hace un llamado a sus lectores a tres cosas, cada una de las cuales va antecedida con la palabra “let” (en inglés).
(1) “Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe…” (10:22). Ellos (y nosotros), deben acercarse a Dios con la plena confianza de una aceptación absoluta por parte de Dios a través de Cristo. Esa confianza se debe a Su obra perfecta y cumplida como nuestro Sumo Sacerdote, sobre la casa de Dios (10:19-22). El punto aquí es que sin esa comprensión madura y de la fe en la suficiencia de Cristo, no puede haber capacidad alguna de tener el valor para pasar la vida junto a sus numerosos desafíos.
(2) “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió” (10:23). Ellos (y nosotros), debemos sostenernos tenazmente al prospecto no sólo de la vida eterna o nuestra entrada al cielo, sino que también a las eternas bendiciones del reino. Esto incluye nuestra participación en las recompensas del reino y podemos estar seguros de tales recompensas, debido a la veracidad de Dios, quien es el que ha hecho tales promesas (vs. 23). El autor ve a los creyentes como socios con Cristo, que comparten el reino (Hebreos 3:1, 14; 2:5-8). Nuestra fidelidad aquí en la tierra, resultará en privilegios especiales en el reino eterno; pero para ser fieles, debemos mantener nuestra confianza en la suficiencia del Salvador.
(3) “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras” (10:24). Ellos (y nosotros), deben considerar seriamente el rol que cada uno tiene en la ayuda mutua en el paso de la vida cristiana, como socios en el servicio al Rey. Por lo tanto, cada uno debe considerar cómo puede ser usado por Dios para fortalecer a los demás en el progreso de su fe y en su fidelidad como socios en el reino de Cristo en la obra aquí en la tierra. El problema es que existen dificultades a lo largo de nuestro viaje que pueden ocultar nuestra determinación y nuestro valor para seguir al Salvador y para ser fieles en nuestro llamado como socios Suyos (ver Hebreos 3:12-14). Como protección y ayuda ante el engaño del pecado que puede desviarnos, Hebreos 3:13 nos hace una llamado a “exhortarnos los unos a los otros cada día”. “Exhortar” es ‘parakaleo,,’, que significa “exhortar” o “fortalecer”. De cualquier modo, nos muestra una responsabilidad mutua que tienen los cristianos de ayudarse mutuamente, a experimentar el poder de Cristo para una vida fiel. Pero en Hebreos 10:24, el autor nos entrega más detalles de este proceso y propósito.
Literalmente, el texto griego del versículo 24, dice: “Y observémonos los unos a los otros”. El verbo empleado aquí, es ‘katanoeo,,’: (1) observar cuidadosamente”; (2) “mirar (con reflexión), considerar, contemplar algo o a alguien” (Hebreos 3:1; 10:24). El texto nos exhorta a considerar cuidadosamente u observar a los demás. Contextualmente, esto no debe hacerse farisaicamente o ser demasiado escrupulosos, o ser como inspectores; pero como capacitadores, como quienes se han comprometido a ayudar a los demás, a buscar el valor que ellos necesitan para seguir la voluntad de Dios. La primera responsabilidad, en una forma cuidadosa, es observar a la gente genuinamente. Este es un llamado a prestar atención amorosamente a la gente que podríamos ver que están sufriendo o con necesidades para ministrarles como corresponde. Diremos más sobre esto más tarde; pero esto está relacionado con lo que se nos dice en Efesios 4:29: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”.
Lo que sigue a este versículo, nos lleva al propósito de esta observación: “…para estimularnos al amor y a las buenas obras”. “Estimular”, en griego ‘paroxusmos’ (cf. la palabra paroxismo), que significa en forma negativa “provocar, irritar”, o positivamente “estimular, estremecer, fortalecer”. [10] Por lo tanto, debemos prestar atención a la gente con una visión de fortalecerles hacia el amor y las buenas obras.
El versículo 25, continúa explicando cómo desarrollar el objetivo del versículo 24. Aquí se enfatizan tres cosas: dos métodos o medios un propósito.
Primero, “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre”. Como se ha enfatizado previamente, uno de los medios de Dios para desarrollar y mantener el valor, es la gente —el cuerpo de Cristo. Y una de las ocasiones donde ocurre esto, es cuando la iglesia se reúne ya sea en pequeños grupos o en las asambleas principales. Puesto en forma simple, el ausentismo esconde el proceso del fortalecimiento, porque interrumpe la preocupación mutua. Naturalmente, el sólo reunirse no garantiza que se lleve a cabo el proceso del fortalecimiento.
Por lo que reitero, usando una palabra diferente a la que tenemos en el versículo 23, se nos dice específicamente que nos “fortalezcamos mutuamente”. Este es un verbo que ya hemos visto antes, el verbo ‘parakaleo,,’. Recuerden, este verbo puede tener un llamado prospectivo, en el sentido de una exhortación o un llamado a los demás a la “obediencia” o a alguna otra forma positiva de “responder” (Romanos 12:1, 8) o puede tener, como en este caso, un llamado retrospectivo, en el sentido de dar “consuelo, fortalecimiento” frente a las cargas, aflicciones o circunstancias difíciles. Como pueblo de Dios, necesitamos a las dos; pero el énfasis aquí es el fortalecimiento o tener valor para movernos en la voluntad de Dios.
Pero podemos observar que no se nos especifica en lo que debemos hacer para fortalecer a los demás. Esto se deja a la discreción de los creyentes quienes, mediante la sabiduría de la Palabra de Dios y de la dependencia que tengan del Espíritu Santo, deberán buscar formas bíblicas para dar valor. Observemos las palabras de Pablo a los romanos:
“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo. Pero estoy seguro de vosotros, hermanos míos, de que vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis amonestaros los unos a los otros” (Romanos 15:13-14).
Mientras que los términos fortalecer o dar valor no se usan, los principios son fundamentalmente los mismos. A través de la sabiduría bíblica y del Espíritu Santo, los cristianos pueden y deben ministrarse mutuamente.
Finalmente, con las palabras “y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”, surge una motivación profética o escatológica. Aquel día, se refiere a este tiempo tan bien conocido de la venida de Cristo y al juicio en el futuro. En 1ª Corintios 3:13, podemos ver un uso similar de aquel día. La urgencia de la responsabilidad de fortalecerse unos a otros, se debe al inminente Día de Cristo, por dos razones:
1. Aún cuando es inminente, habrá un aumento de la apostasía, que lleva consigo el peligro de la apostasía o de la apatía, por parte de los cristianos (ver 1ª Tesalonicenses 5:4s; 2ª Timoteo 3:1-13).
2. La venida de Cristo, pues la iglesia inmediatamente será seguida por el Bema, “El Trono del Juicio de Cristo”. Aquí es donde cada cristiano será examinado cuidadosamente por el Señor Jesús, para recibir recompensas o su perdición en ase a su fidelidad en las obras. [11]
Aplicaciones: Entonces, ¿cuál es nuestra responsabilidad mutua en el cuerpo de Cristo? El énfasis y el enfoque de este pasaje de Hebreos, no es sólo instructivo, sino muy contrario a la mentalidad de nuestros días. El propósito del fortalecimiento, no es sólo ayudarse unos a otros a sentirse mejor. Como lo podemos ver en las palabras “considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras”, el primer objetivo es ayudarse mutuamente a experimentar la suficiencia de Cristo a llegar a tener una conducta a la semejanza de Cristo.
Puesto en forma más simple, cada uno de los problemas, cuando se comprenden bíblicamente, encuentran su solución en la comunión que se tenga con el Salvador y con la capacidad que tengamos de descansa en Su amor y en Su suficiencia y no necesariamente en la eliminación del problema. Nuestro llamado entonces, es ayudarnos los unos a los otros a experimentar a Jesucristo. Estimular y fortalecer a los demás en amor y en las buenas obras, es sinónimo de experimentar, en una forma de crecimiento, el carácter de Cristo, o ser transformados en Su imagen y carácter.
«Se dice que Miguel Ángel, miró un bloque de mármol y dijo: ‘Veo un ángel en este bloque de mármol’. Dios penetra la cantera del pecado, saca las piedras más toscas y las moldea semejándolas a Cristo. Se complace cuando nos mira y le recordamos de Su Hijo Unigénito, que fue un siervo» [12]
Los creyentes, como siervos del cuerpo de Cristo, son sólo una de las herramientas que usa Dios en este proceso de la transformación. Este debe ser el objetivo principal del que fortalece.
Al conocer íntimamente a Cristo y al experimentar Su vida transformadora, es un énfasis que se reitera en el Nuevo Testamento, especialmente en las cartas de Pablo. Observen esto en los siguientes pasajes:
1) Debemos encontrar la vida en la experiencia de Cristo. Él es nuestra fuente de vida y de nuestra posición y experiencia justa:
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
2) Cuando se enfrentó al panorama de la muerte, al estar diariamente encadenado a un soldado romano en su propia casa, la preocupación de Pablo era experimentar a Cristo, sin considerar lo que vendría:
“…y en esto me gozo, y me gozaré aún. Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación, conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte: Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:18b:21).
3) La gente posee todo tipo de cosas en las que descansan para obtener consuelo o confianza e importancia; pero al darse cuenta que todo aquello son sólo impedimentos que obstaculizan el verdadero propósito de la vida (Filipenses 3:2-9). Pablo tenía que decir esto:
“…a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte” (Filipenses 3:10).
4) A continuación, pensando en los filipenses con respecto a su apoyo financiero, Pablo escribe:
“No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Se vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:11-13).
Las exhortaciones de 1ª Tesalonicenses 5:11 y de Hebreos 10:23-24, nos recuerdan de otro principio que es fundamental para nuestro deseo y capacidad de convertirnos en fortalecedores comprometidos. Es la disposición a servir más a ser servidos y a considerar las necesidades de otros por sobre las nuestras (Marcos 10:45; Filipenses 2:3-5).
Uno de los mayores obstáculos para “considerar los unos a los otros para estimularse al amor y a las buenas obras”, es la preocupación que tenemos por nuestras propias necesidades o temores, y las estrategias defensivas mediante las cuales pretendemos promover nuestra auto-protección. Algunos podrán decir: “Hey, qué bueno verte. ¿Cómo te va?” Pero cuando comenzamos a contarle acerca de nuestras necesidades y problemas, nos interrumpen con su propia carga de dificultades. Subrayando este tipo de respuesta, está relacionado con el tema de estar tan centrados en uno mismo, que la gente sólo puede tener conversaciones casuales como una fuete de hablar de sí mismos. O simplemente, responden: “Oh, lo siento” y después, cortésmente se escabullen. Es lo que podríamos llamar el problema de una comunidad superficial que sólo casualmente se involucran unos con otros.
Para llegar a ser genuinos fortalecedores o comprometerse en algún ministerio, debemos ser absolutamente honestos con relación a nuestras motivaciones (1ª Corintios 4:5). Debido a nuestro egocentrismo natural, simplemente es demasiado fácil para nosotros ya sea ignorar a los demás o pretender ayudar en alguna forma de auto-amor —ser apreciados, ganar audiencia, ser reconocidos, alabadas, i.e., obtener algo como recompensa. Sin lugar a dudas, Pablo tenía esto en mente, cuando hizo este llamado: “El amor sea sin fingimiento” (Romanos 12:9).
Algunos Pensamientos Finales
Repetiremos nuestra definición de fortalecimiento: Fortalecer en encontrar (o ayudar a otros a hacerlo) valor, mediante la gracia y la fuerza de Dios, para correr la carrera que Él ha dispuesto frente a nosotros, no importando cuán difícil o doloroso sea. El propósito final del fortalecedor, entonces, es ayudar a otros a relacionar sus vidas con el Salvador y descansar en Su amor, propósito y providencia. Por último, si no hemos ayudado a otros a descansar solamente en Dios, como fuente de valor, consuelo y esperanza, quiere decir que hemos fracasado en nuestro intento de ser fortalecedores. Recuerdo que después del fallecimiento de mi padre de un cáncer pulmonar, mucha gente vino a darle valor a mi madre. Ella estaba muy agradecido de los cuidados que le brindaron y de la preocupación que tuvo esta gente con ella; pero recuerdo que dijo que realmente necesitábamos ser fortalecidos y consolados por los demás; pero en primer lugar a no ser que encontremos consuelo en el Señor quien sólo Él es el Dios de todo consuelo, nunca seremos verdaderamente consolados. Esto hace eco de las palabras del salmista:
“Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza. Él solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré. En está mi salvación y mi gloria; En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio. Esperad en él en todo tiemp. Oh pueblos; derramada delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio. Selah (Salmo 62:5:8).
Como parte del proceso de querer hacer esto, existen muchas cosas prácticas que podemos hacer para demostrar amor, solicitud ya sí, animar a otros.
Primero, qué mejor lugar para enseñar y practicar el dar valor que la intimidad de nuestro hogar. El hogar es nada menos que el laboratorio de la vida —el lugar en el que cualquier fachada se manifiesta en forma obvia y donde la vida se decide y donde puede encontrarse el mayor de los fortalecimientos. Pero, con demasiada frecuencia, nuestro hogar tiende a convertirse en el lugar del desánimo a través de la apatía en la búsqueda del éxito, de cosas materiales o a través de la frecuencia con que percibimos un espíritu crítico, abrumador y a veces, legalista. Sin embargo, los esposos se ayudan el uno al otro según el diseño de Dios y deben convertirse en dadores de valor, los padres deben darle valor a sus hijos e incluso éstos pueden aprender a animar a sus hermanos y hermanas y también a sus padres. En forma natural, los niños aprenden el arte de fortalecer a sus padres cuando reciben palabras de amor, esperanza, aceptación, aprobación y paciente instrucción de parte de mamá y papá. Sin dudas, Pablo pensaba en esto cuando advierte a los padres en contra de irritar a sus hijos y les hace un llamado a llegar a ser un padre que les alimenta (física y espiritualmente) en el entrenamiento y admonición del Señor (Efesios 6:4).
En segundo lugar, tenemos algunas ideas que nos ayudarán a poner el fortalecimiento en acción.
1. En la medida que sigamos la pauta que nos da en Hebreos 10:23-24, seremos capaces de querer observar y mencionar cualidades admirables de carácter que vemos en otros, tales como: puntualidad, discreción, fidelidad, escrupulosidad, diligencia, honradez, compasión, visión y fe.
2. Como siervos que desean ser fortalecedores observantes para otros, debemos considerar y hacer notar un trabajo bien hecho o frente al uso de un don espiritual usado fielmente. Esto es fortalecer, porque ayuda a la gente a reconocer su propio crecimiento espiritual y el valor que tiene en el cuerpo de Cristo.
3. Entonces, debemos mostrar en forma especial, apoyo y ofrecer cualquier cosa que ayude a alguien que esté pasando por aguas profundas o que esté luchando con algún problema en particular. Aún si no podemos hacer nada para resolver ese problema o que desaparezca, podemos demostrar el amor de Dios y Su preocupación por nosotros y ofrecer palabras en que se refleje nuestra preocupación por esa persona, de esperanza y de consuelo. Esto involucra el poder de una palabra dada en el tiempo correcto y en la forma correcta —mensaje importante en el libro de Proverbios.
“La muerte y la vida están en poder de la lengua…” (Proverbios 18:21)
“La congoja en el corazón del hombre, lo abate; mas la buena palabra lo alegra” (Proverbios 12:21).
“La lengua apacible es árbol de vida” (Proverbios 15:4)
“Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos” (Proverbios 16:24).
“Manzana de oro con figuras de plata, es la palabra dicha como conviene” (Proverbios 25:11)
En su libro sobre el fortalecimiento, Crabb y Allender escriben:
«Las Escrituras también dicen que hablar palabras livianas para fortalecer cuando no corresponde, son “como el que quita la ropa en tiempo de frío» (Proverbios 25:20b).
Las palabras son importantes. Tienen un verdadero poder. Santiago nos advierte que aún cuando la lengua es una parte tan pequeña del cuerpo, tiene el poder de determinar el curso completo de una existencia humana (Santiago 3:5-6).
Cuando Dios nos instruye a fortalecernos mutuamente, cada vez que nos reunimos, Él incluye la admonición para utilizar el poder de las palabras en un propósito específico. Por supuesto, hay muchas maneras de fortalecerse los unos a los otros, mediante obras y por palabras —llevando alimento a amigos enfermos, visitando los hospitales o invitando gente a la iglesia a eventos especiales. Pero la capacidad de las palabras de provocar serios daños o grandes obras, hacen del fortalecimiento oral, un tópico importante para considerar. Y este es el tema de este libro: fortalecer mediante la selección cuidadosa de las palabras que pretenden influenciar a otra persona en forma significativa hacia una santidad que crece» [13]
Por lo tanto, debemos pensar muy bien lo que vamos a decir porque nuestras palabras pueden afligir o consolar, ayudar o herir, destruir o construir. Es la razón por la que Pablo nos advierte:
“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Efesios 4:29).
Observemos tres cosas en este versículo:
(1) Se nos dice que ninguna palabra corrompida debemos pronunciar. Esto significa que toda palabra que procede de nuestra boca, debe ser cuidadosamente analizada de acuerdo al objetivo de este versículo.
(2) A continuación, cada palabra debe ser analizada de modo que sea consecuente con el objetivo de construir a aquel que está en necesidad. Si lo que se dice compromete u oculta esta meta bíblica, debe ser rechazada. El énfasis aquí, no está en lo que se dice, sino en porqué se dice; en la motivación que está tras nuestras palabras. Al tener el propósito correcto, tomará un largo camino para corregir lo que se ha dicho.
(3) Finalmente, en este contexto, la advertencia en contra de una palabra corrompida, concierne el uso de palabras equivocadas, aquellas que son críticas, que hieren, que son frívolas, o palabras pronunciadas en el momento equivocado, aquellas que no han sido analizadas cuidadosamente de acuerdo a la necesidad del momento.
Dios nos ha llamado a ser fortalecedores o constructores de valor. La meta es que nunca debemos ayudar a la gente simplemente para que se sientan mejor o más cómodos. La meta es ayudar a la gente a experimentar la suficiencia del Salvador y que puedan seguir en su carrera con sus ojos puestos en la línea de meta, sin darle importancia a los obstáculos o distracciones que surgen de pronto a lo largo del camino. Esto significa que es posible que necesitemos introducirnos en la carrera del creyente a quien estamos fortaleciendo, un familiar, un cónyuge, un hijo o una hija, y tomarlos de la mano si se han caído o rodear sus hombros o su cintura para ayudarles a seguir corriendo.
«En las Olimpíadas de 1992, Derek Redmond de Gran Bretaña, intervenía en la semifinal de la carrera de 400 mts. planos. Cuando corría casi en la mitad de la pista del Estadio Olímpico, se le vio debilitado y cojear. Ver la aflicción de su hijo, fue demasiado para Jim Redmond, quien estaba sentado en la última fila del estadio, rodeado de 65.000 personas. Bajó corriendo las escaleras y pasó por encima de la gente de seguridad, quienes le estaban exigiendo sus credenciales para entrar a la pista.
“No tenía interés alguno en lo que me estaban diciendo”, dijo refiriéndose a los guardias. Llegó hasta donde estaba su hijo, comenzando la curva final, a unos 120 metros antes de la meta. Con una mano rodeó a Derek por la cintura y con la otra tomó su muñeca izquierda. Y juntos corrieron hacia la meta.
Derek no tenía oportunidad alguna de obtener una medalla; pero su determinación le hizo ganar el respeto de la gente. Su padre dijo: “Trabajó ocho años para eso. No iba a permitir que no terminara”. Lo supiera o no su padre, actuó bíblicamente.
“Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se sala del camino, sino que sea sanado” (Hebreos 12:12-13).
Alguna gente necesita ayuda para llegar a la meta. Algunos han caído sobre sus pies, otros han sido pisoteados por miembros de su familia y por los que se decían ‘sus amigos’. Debemos ayudar a quienes han caído en los lazos del demonio; debemos levantar a los caídos, vendar sus heridas y ayudarles en su viaje hacia el hogar» [14]
Existen muchas razones por las cuales luchamos y a veces tropezamos, o nos desanimamos cuando la carrera aparentemente se nos hace imposible o agobiante. Cualquier cosa que nosotros u otros podamos enfrentar, Dios nos ha llamado a ser fortalecedores, aquellos que buscan ayudar a otros a correr la carrera que Dios ha puesto delante de nosotros.
Conclusión
En el estudio anterior sobre la resistencia y la paciencia, le mencioné que mi esposa tiene un tipo de cáncer serio de la médula ósea, llamado mieloma múltiple. Por la gracia de Dios, encontramos su cáncer en su etapa inicial, antes que estuviera demasiado avanzado, lo que los oncólogos llaman Etapa I. Aún así, el tratamiento tradicional de los establecimientos médicos en este país, no es muy prometedor, por decir lo menos. Debido a esto, ella ha optado por algunas alternativas que se enfocan en la construcción del sistema inmunológico para ayudar a su cuerpo a hacer lo que Dios ha diseñado que haga, luchar en contra de la enfermedad, incluyendo el cáncer. Esto ha significado una rutina muy rígida que incluye dieta, ejercicio y un montón de suplementos que ayudan al sistema inmunológico. Naturalmente, existen ideas conflictivas y una de estas dificultades es que debemos sopesar todas las alternativas y elegir qué dieta seguir y qué suplementos tomar. Francamente, a veces todo se nos hace muy abrumador, por no decir imposible.
Como cristianos que viven por fe en un Dios soberano, que ha puesto delante nuestro una carrera que debemos correr, con obstáculos y todo, el Señor es quien lleva nuestra carga. Estamos en la búsqueda de Su sabiduría y si es Su voluntad, la curación de mi amada esposa. Sin embargo, sobre todo, ella quiere que Cristo sea magnificado en ella, ya sea por su vida o por su muerte. De todos modos, a veces es terriblemente difícil, no sólo para ella sino que también para mí, debido al amor que tengo por ella. Para enfrentar esta enfermedad, orando para obtener sabiduría, para elegir correctamente y para seguir la rutina, necesitamos valor. —mucho valor.
Un día, recientemente, tuvimos un día especialmente difícil. Kathie había ido a ver a su médico y se sentía abrumada con todo lo que estaba sucediendo y yo no me sentía menos que ella. Mirándolo todo lo que ella debía hacer, tomar las elecciones correctas, parecía imposible. Podía ver el dolor en sus ojos y la tensión en su rostro. Bueno, era la hora de nuestra caminata vespertina. Por lo que le dije: “Vamos, vamos a caminar y conversamos”. Como siempre, caminamos; pero casi toda la conversación recayó sobre mí (no era una prédica). Mi propósito era animarla (también a mí mismo) a descansar en la suficiencia del Salvador. No pude “hacerlo mejor” ni eliminar el problema; pero pude demostrarle mi amor, mi apoyo y ayudarnos a ambos a poner nuestros ojos en la perspectiva eterna y en un Dios que se preocupa y que es infinitamente mayor que cualquiera de nuestros problemas. Con una sonrisa en su rostro y paz en sus ojos, dijo: “Gracias cariño, lo que has dicho realmente me ha fortalecido. Ya no se me hace tan abrumador”.
Sé que vendrán otros días
como aquel en los meses que se aproximan; pero mientras estemos allí el uno
por el otro de la misma forma como el Señor está allí por nosotros, estamos
comprometidos el uno con el otro a seguir en la lucha. Con el Señor como nuestra
fuente principal de fuerza y fortalecimiento, y viviendo día por día, encontraremos
el valor para luchar la buena batalla y seguir juntos hacia la meta.
[1] Hoy en el Mundo, Agosto, 1989, p. 7.
[2] John F. Walvoord, Roy B. Zuck, editors, The Bible Knowledge Commentary [Comentario del Conocimiento Bíblico], Victor Books, Wheaton, 1983, 1985, medio electrónico.
[3] The Original Roget’s Thesaurus of English Words and Phrases [Diccionario Rogets Original de Palabras y Frases Inglesas] (version americanizada), posee la licencia de Longman Group UK Limited. Copyright© 1994 de Longman Group UK Limited. Todos los derechos reservados.
[4] John Wayne, fuente desconocida.
[5] Oswald J. Sanders, Spiritual Leadership [Liderazgo Espiritual], Moody Press, Chicago, 1967, 1980, p. 78.
[6] The Columbia Dictionary of Quotations [Diccionario de Citas Columbia], licenciado de la Imprenta de la Universidad de Columbia. Copyright© 1993 por la Imprenta de la Universidad de Columbia. Todos los derechos reservados.
[7] Charles R. Swindoll, The Quest For Character [La Búsqueda del Carácter], Multomah Press, Portland, 1987, p. 84.
[8] Es de la Biblia donde aprendemos los numerosos atributos de Dios, tanto los que Él nos comunica (aquellos que Él comparte con nosotros, como lo son Su misericordia, amor. Bondad, etc.) y los atributos que Él no nos comunica (aquellos que son peculiares sólo para Dios, como la omnisciencia, omnipotencia, omnipresencia, etc.).
[9] Para investigar más sobre este concepto de “los unos por los otros”, ver el estudio titulado “Mandatos para Unos por los Otros de las Escrituras”, en nuestro sitio web, en la sección Vida Espiritual.
[10] Walter Bauer. A Greek-English Lexicon of the New Testament [Diccionario Griego-Inglés del Nuevo Testamento]. Traducido por William F. Arndt y F. Wilbur Gingrich, Editora de la Universidad de Chicago, Chicago, 1979, medio electrónico.
[11] Lutzer, Your Eternal Reward [Tu Recompensa Eterna], p. 148.
[12] Para saer más sobre el concepto del Bema, ver el estudio titulado “The Dctrine of the Judgement: Past, Present and Future” [La Doctrina del Juicio: Pasado, Presente y Futuro], en nuestro sitio web, en la sección Teología/Escatología.
[13] Lawrence J. Crabb, Jr. y Dan B. Allender, Encouragement, The Key to Caring [El Fortalecimiento, la Llave de la Preocupación], Zondervan, Grand Rapids, 1984, 19-20.
[14] Erwin W. Lutzer, Your Eternal Reward [Tu Recompensa Eterna], Moody Press, Chicago, 1988, p. 124.